La semana pasada surgía la noticia de que la cuenta @NanianoRajoy en Twitter había sido censurada. La noticia sorprendió a los internautas y usuarios de Twitter ya que, en principio, la cuenta en cuestión no violaba ninguna de las normativas de la red social en términos de suplantación de identidad. Comentarios como «Voy a arreglar todos los problemas de Eshpaña como se tienen que arreglar» o, mi favorito y el de otros muchos twitteros que lo propagaron en los dias posteriores a su publicación, «y dale con mi programa… ¡que me lo baje del rincón del vago!».
Estaba claro que la cuenta, en un ejercicio de libertad de expresión y en línea con la legislación vigente que permite la parodia y la mofa política siempre y cuando no se atente contra el honor de los implicados, era simplemente una sátira política en estos tiempos en que, lo último que podemos hacer, es intentar tomarnos a nuestros políticos en serio.
No obstante, el Community Manager del PP no estaba de acuerdo por lo que él y sus compañeros en la Calle Genova, creyeron necesario formular una queja a Twitter que, sin dilación, procedió a clausurar la cuenta de @Naniano. Craso error.
Primero, porque suscitaron una oleada de críticas por atentar contra uno de los derechos fundamentales y por privarnos del disfrute de reirnos de nuestros políticos, algo especialmente importante en periodo de campaña electoral.
Segundo, porque como dice el refrán castellano «no se le pueden poner puertas al campo» y en cuestión de horas surgió la cuenta @NanianoRajoy2, @NanianoRajoy_, @NanianoRajoyReturns, @NanianoRajoy4 y otra variantes del mismo alter ego.
Ejemplo paradigmático del Efecto Streissand, la reacción típica a los intentos de censura en Internet, sobre todo cuando están tan poco justificados como éste. Como decía aquel, si no podemos reirnos de los políticos entonces ¿de quién nos vamos a reir?
